El pez mandarín
- Paola Moreno
- 25 jun 2017
- 1 Min. de lectura

¿Amarillo?..., no, amarillo no. Es más bien anaranjado. Sí, ella piensa que el pez es anaranjado con franjas azules ¿Que alumbran? Se corre hacia el borde de la cama para verlo mejor. Sí, alumbran. Ella fija sus ojos llorosos sobre el animal. Es pequeño y se mueve de lado a lado muy cerca de la superficie, dejando líneas de luz azul entre el agua. De pronto, el pez se hunde. Ella se inclina agarrándose de la cobijas. La luz se hace más pequeña, hasta convertirse en un pequeño punto en el fondo del agua. Suelta sus manos y se inclina un poco más.
—¡Olga! ¿qué está haciendo? Estoy cansada de decirle que deje de agacharse así. Un día de estos se va a caer y ¿quién me va a ayudar a levantarla?
¿Está subiendo? Sí, la luz azul se arremolina entre el agua, formando espirales y se hace más intensa.
—Vea ese pez, Blanca.
—¿Cuál pez? Yo no veo nada.
Blanca se adentra en la habitación y siguiendo los ojos de Olga, mira hacia en suelo.
—Está en ese hueco lleno de agua.
Blanca camina sobre el suelo. —Aquí no hay ningún hueco—.
—¿Cómo que no? Si está parada sobre él.
Blanca se da la vuelta y sale de la habitación.
El pez sube hasta la superficie y salta hacia el techo. Olga estiró y juntó sus manos. Desde afuera, Blanca habló:
—Usted se está enloqueciendo.
Olga vio que el pez cayó entre sus manos y ¿desapareció? Si...,ella dice que desapareció.
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